El viejo Chamán de 105 años, perteneciente a la etnia Zenù, contaba que había visto en un sueño como se había formado el archipiélago de San Bernardo.
El viejo Chamán de 105 años, perteneciente a la etnia Zenú, contaba que había visto en un sueño como se había formado el archipiélago de San Bernardo.
Una noche tachonada de estrellas y luceros, cuando el viento mecía las palmeras del golfo de Morrosquillo, Balsillas y Rincón del mar, empezó una lluvia de luces sobre este territorio y el mar caribe; durante mucho tiempo caían y caían como migajas de luces de color brillante, que parecían luciérnagas, que encandilaban los ojos. Estas migajas de luces caían sobre la playa y sobre el agua y se perdían allí.
Más tarde y con gran estrépito, cayeron unos trozos grandes que parecían árboles gigantes, pero resplandecientes, que con el contacto del agua fueron aumentando de tamaño hasta formar 10 islas, conocidos con los nombres de Boquerón, Palma, Panda, Mangle Ceycen, Cabruna, Titipán, Maravilla. Múcura y Santa Cruz.

Las migajas de luces que cayeron sobre la playa formaron la arena blanca y las que se tragó el mar, formaron los hermosos arrecifes coralinos, donde empezaron a habitar cientos de animales microscópicos y otros más grandes como peces de distintas formas y colores, crustáceos, anémonas, erizos, estrellas y caballitos de mar.
Estos arrecifes coralinos fueron llamados selvas marinas. Quien entra allí se siente navegando por un mundo de fantasía donde las figuras de arena y calcio a la luz del sol aparecen monumentos de cristal, porcelana y mármol. Los ojos se quedan extasiados ante tanta belleza y grandiosidad.
La leyenda cuenta que Jokinkò, el chamán, murió intoxicado por el polvo galáctico y que su cuerpo fue destruido por el mismo polvo y que más tarde una gran ventisca esparció sus cenizas en las diferentes islas. De allí que cada mes, cuando hay luna llena, se vean luminarias en estos sitios y agrega la leyenda, que esto sucederá hasta cuando JoKinkò alcance la inmortalidad.